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20/9/13

One day

The sun started rising
as I walked and walked
to the top of the gray mountain.
One day I’ll see something
I said to you thoughtful
yes dear, one day I will
and my eyes never stopped searching.

That cold day ran out of light
hours slipped down the clock
just like the river down the road
and I started wondering how would it be
but it was time to head back
back to woods that saw me grow and bleed
back to the mud that buried my secrets
and back to the land full of deer and oats.

One day I’ll see something
I said to you staring at the meadow
and the sky full of shaky stars.

There I was again
just trying to find something
in a vast space of wilderness
and singing birds and croaking frogs.
A space that wasn’t empty at all.

Then I figured everything out
I saw that face of yours
that beautiful face of yours
with those steady eyes
and those crystal lips
and I stopped wondering how it would be.
Hours froze like never before
my eyes stopped searching
so I said
one day you’ll see something
yes dear, one day you will.


19/8/13

Erredé.


…sin embargo, este es un país donde entre mulatos y negros son mayoría y un zapato caro los pisa y los hace mierda. Un país donde la garganta de un hombre grita muerte y la bota de un salvaje lo acerca a ella. Un país lleno de mujeres con códigos de barras y niños con estómagos vacíos y llanto: mucho llanto. Funcionarios que ríen, ríen mucho y revientan los botones de sus pantalones. El país de la descomposición, de humedad fétida y cinismo.
El país de la receta para el caos: dos gotas de lluvia o dos pesos en los bolsillos ¡MAGIA! Dos mil imbéciles al volante. Un país empacado en un envase de foam que se come a sí mismo.
El país de los ministerios expertos en poner sueños a la venta, de ministerios que repiten que la isla es inagotable como diciendo sigan, que esta vaina no se va acabar por más que la jodamos, de ministerios perpetuando el complejo de Guacanagarix. República Dominicana, la perra doblegada del FMI. La que teme una invasión haitiana en el siglo XXI. La wannabe del Caribe que apunta al cuello blanco del norte y al más blanco de Europa. La que anuncia cierre de establecimientos con muchos cojones y luego los abre con una faldita bien corta y comando.
Un país de burbujas empañadas y risitas chick, de miopía y escasez de cuestionamiento, de tragos y cigarros en una mano, y celular en la otra. El país que teclea demasiado y siente muy poco. El país propiedad de los apellidos que terminan en ini, el país de los ripios. Un país tomado por los cojones desde que tres embarcaciones llegaron a invadir con cruces y armas. El país del fromage rancio, del niño que ya no crece con plátanos gracias a su dear mommy que le compra fast food.
El país de partidos que no liberan, ni revolucionan ni reforman, el país que mal parió ladrones. El país de los intercambios de disparos, de policías tristes y gallitos alegres. De militares placebo, de sueldos mínimos y cinco bocas pidiendo leche. De víctimas de un sistema hijuelagranputa catalogadas de antisociales. De calcomanías reales de perros y gatos en las avenidas. De caballos con huesos de más y latigazos de sobra.

¿Qué coño es esto?

Ariel Contreras,
Santo Domingo, Erredé.

8/7/13

En caso de morir.



“Voy de regreso al mundo de la luz solar y el aire,
 y al dulce beso de Suzy.” –James Cameron

     Gloria, después de pruebas y ensayos sin errores que te mantuvieron despierta y temerosa tantas noches, heme aquí… vivo, sin saber hasta cuándo. Todo está listo. Apenas falta que mi cerebro (encorvado dentro de esta esfera metálica) dé la orden y que de mis manos, adornadas con nudillos pálidos y arrugados, nazcan los movimientos que harán soltar los lastres de esta inmensa máquina.

     Es simple, si no escucho el clic, mi barba blanca olvidará el cálido roce de tus dedos.
     
     Te escribo por si no emerjo y alguien, algún día, halla los restos de este pez de acero forjado con los golpes de mis caprichos, mi terquedad idéntica a ti (que nunca me abandona), mi pasión. Recuerda las palabras de Gerlinde Kaltenbrunner, sin pasión, es inútil.

     
      Entonces, si muero, que la muerte me sepa a tu nombre.

16/6/13

Se enredó.



De mi papá solo he oído lo que me cuentan quienes lo conocieron. Yo no puedo contarle nada a nadie sobre él, porque se fue antes de yo tirar el primer grito. Mi papá no me abandonó, ni se fue del hospital al verme pataleando y gritando lleno de líquido amniótico, hablo de que se fue de este mundo minutos antes de abrir mis ojitos desorbitados de ese entonces. José Tomás era su nombre, y he querido hablarle de muchas cosas.

Por ejemplo, hoy hubiera ido a la cama feliz si minutos antes hubiera conversado con él sobre el recuerdo, las memorias. Y es que hoy recorrí gran parte de la ciudad que me tenía cansado, siempre con su atuendo de amargura y sucia rigidez. Pero la vi distinta, la vi romper la realidad haciendo que cosas blancas cargaran a otras negras, sobre todo en las paredes. Vi murales construidos con todos los disparates que se tiran a la basura pensando poco, la embajada gringa con varias morenas echándose aire con papeles y sobres manila. Lo triste fue verte en cada esquina sin que estuvieras, saber que con mis chancletas se me haría imposible llenar nuestras pisadas otra vez por más que caminara. 

Me quise tirar sobre las trinitarias y las flores del flamboyán, pero el parque se encontraba en medio de la bifurcación y ya con mis calles rotas me bastaba. Sin dudas, hoy le hubiera contado a mi papá cómo todo un vecindario se enredó en sus rizos. 

Ariel Contreras.

6/6/13

A la de la recepción.


–Sí, usted tiene asignada la 303, mire la llave. ¿Tiene maletas?

¿A quién carajo se le ocurre? He conocido a suegras siamesas de sus hijas y a doñas que de
oficio brechan,  pero ninguna tan entrometida como para cambiarme los planes de tirarme de un
piso bien alto y desbaratarme la nuca. Una habitación en la tercera y encima de eso que si traigo
maletas.

Hombre sin maletas se tira desde el tercer piso del Marriot en pleno Times Square, ¿se
imaginan? Yo no podría leer ese titular estando interno con tan solo unas costillas rotas, no, no
podría. Tanto buscar la ruta del camión de la basura y de los latinos que limpian las calles para
nada, para que al final venga una tal Fernanda de la recepción a patear el rompecabezas con su
sonrisa de pendeja.

Cuando entren, que me encuentren con la soga en el cuello y la punta de los pies sin alcanzar el
piso, échenle la cuaba a la de la recepción, a la Fernanda esa por darme la 303. Me disculpan con
la doña que limpia.

Ariel Contreras.