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16/6/13

Se enredó.



De mi papá solo he oído lo que me cuentan quienes lo conocieron. Yo no puedo contarle nada a nadie sobre él, porque se fue antes de yo tirar el primer grito. Mi papá no me abandonó, ni se fue del hospital al verme pataleando y gritando lleno de líquido amniótico, hablo de que se fue de este mundo minutos antes de abrir mis ojitos desorbitados de ese entonces. José Tomás era su nombre, y he querido hablarle de muchas cosas.

Por ejemplo, hoy hubiera ido a la cama feliz si minutos antes hubiera conversado con él sobre el recuerdo, las memorias. Y es que hoy recorrí gran parte de la ciudad que me tenía cansado, siempre con su atuendo de amargura y sucia rigidez. Pero la vi distinta, la vi romper la realidad haciendo que cosas blancas cargaran a otras negras, sobre todo en las paredes. Vi murales construidos con todos los disparates que se tiran a la basura pensando poco, la embajada gringa con varias morenas echándose aire con papeles y sobres manila. Lo triste fue verte en cada esquina sin que estuvieras, saber que con mis chancletas se me haría imposible llenar nuestras pisadas otra vez por más que caminara. 

Me quise tirar sobre las trinitarias y las flores del flamboyán, pero el parque se encontraba en medio de la bifurcación y ya con mis calles rotas me bastaba. Sin dudas, hoy le hubiera contado a mi papá cómo todo un vecindario se enredó en sus rizos. 

Ariel Contreras.

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