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8/10/13

Las bellas artes.

Podría captar tu atención con una muletilla tragicómica de The Smiths. Enlazaría las comas de los diálogos de Woody Allen para hacerme un collar. Recordaría con nostalgia aquella vez que Bretón y Dalí compartían palomitas en el cine. Le sacaría la lengua a un pedazo de mármol griego. Entraría al Prado en llamas a salvar El jardín de las delicias. Echaría a pelear la convicción kafkiana contra la mirada perdida de un argelino con calor. Danzaría como un edificio de Gaudí para provocarte. Podría resbalar diez y siete veces en esa oración de Rayuela 17, y sentirme parte del jazz turbio, sucio y canalla que cruza espinazos. Podría besarte luego de recorrer el mundo luego de la paz luego de la guerra con una lengua llena de maldad e historia general.

Podría, podría, podría...

Podría, también, olvidarme de todo lo que he aprendido, echar al fuego el teatro de Shakespeare, mandar a fregar a Baudelaire y desnudarme de tantas palabras huecas y técnicas. Para enseñar, en vez de ingenio, nalgas. Para gritar, en vez de versos, cosas que no riman. Para deconstruir, en vez de filosofías, un momento sin más pretensión que el placer.


En vez de dormir, podría seguir leyendo. Y en cualquiera de los dos casos, podría sonreír.

Gabriela Aguirre
Santo Domingo, República Dominicana

2/9/13

Xing qi yi.

Todos los días eran lunes para Emerson desde que consiguió un trabajo en uno de los tantos Tradings del Barrio Chino. Decenas de lunes le pesaban a su espalda mientras cargaba de aquí para allá cajas de algas y raíces de jengibre, wontones refrigerados, shampoo de Jackie Chan y raquetas eléctricas. A Emerson le había dejado de importar el paso del calendario porque recibía su sueldito fijo para olvidarlo. Su única compañera de trabajo durante algunos de estos lunes era la cajera, cuyo nombre sonaba como Shinsi Yi, pero si se aventuraba fuera del barrio se hacía llamar Vanesa. Él le enseño a traducir algunos paquetes imposibles para los ojos fullscreen de los clientes. Ya Vanesa sabía distinguir entre "maní crulo" y "maní totá", "sasesoya" y "vinagle de aló" y entre el té para "tleñimieto" y el de "potencia sesuá". Emerson, en cambio, no sabía ni reírse en chino.


Al principio a él le intrigaba saber acerca del contenido de las cajas, pero con el paso de los lunes y varias miradas cortantes después, su ambición ya sabía igual que unos aritos de cebolla preempacados. Lo único que quería era reunir el valor de decirle a Shin-Vanesa-Yi que fuera con él a bailar salsa. La quería ver bajo las luces redondas de la Duarte, tomar una guagua con ella y enseñarla a pronunciar "Teleofertas" y "fritura" de forma correcta. Pero más allá de una sonrisa mecánica, Vanesa nunca le iba a corresponder, ni tampoco iba a cambiar los karaokes de los lunes por unos pasos temblorosos de salsa, que por cierto nunca logró entender cómo se bailaba el contenido de un pote. A seguir cargando cajas de woks y sueños, Emerson.

Gabriela Aguirre
Santo Domingo, República Dominicana. 

22/8/13

Volver.

Así como de adultos nos damos cuenta que el giro a la izquierda es lo más incómodo que le puede pasar al tránsito de una ciudad, o cuando no logramos recordar por qué le quitábamos los pimientos a los pinchos, o también el día en que nos fijamos en lo sexualmente ambiguos que eran los muñequitos de antes... hay cosas que se entienden mejor cuando las agujas se marean de tanto avanzar.

Así, un día tocamos otra vez la puerta que nuestros nudillos ya memorizaron a golpes. Volvemos donde sea, a quien sea, sólo para comprobar que el tiempo no pasa en vano. Encontramos las marcas que siguen ahí, desafiantes y borrosas, y la cosecha de recuerdos que se asoman a vernos, algunos marchitos y otros tan vivos como un paisaje en acuarela. Volvemos con otra piel que no es la misma que dejamos allá aquellas noches y algunos días, pero que aún pulsa al pasar cerca de ciertos centros.


Aunque los propagandistas te digan que la vida no retrocede, un día aprendimos que el malinterpretado cangrejo realmente no camina hacia atrás sino donde le dejen sus tantas patas.

Gabriela Aguirre
Santo Domingo, República Dominicana