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1/2/14

Periquito

Apareció Periquito, tenía años perdido.  Periquito fue un regalo de una amiga de mi madre, muy pobre ella, cuando yo nací.  Le dijo a mis padres que ese sería el único regalo que me podría hacer en mucho tiempo.  

Periquito siempre estaba a mi lado, viajó conmigo a Puerto Plata aquel domingo en que casi me ahogo, de ahí mi premonición de que un día moriré ahogado.  También Periquito me acompañó cuando fuí al médico y le dijeron a mis padres que tenía un caso de sinusitis crónica. Recuerdo al doctor prohibiendome:  nadar en piscinas, dormir con abanico, usar jabón con fragancias, estar fuera de la casa si la temperatura era fría, no podía usar perfumes.  Mi casa era una gran farmacia y aun así, yo no podía dormir.

Recuerdo los remedios caseros que mis padres trataron:  Cebollín con leche de coco y miel; Bija, limón y cebollín otra vez; Miel, un limón entero hervido, jugo de una naranja, ceo que también cebollín.  Lo único que funcionó fue recibir los vapores de un chorrito de trementina, hojas de eucalipto, vicks Vaporub y no, no llevaba cebollín.  Recuerdo todas esas noches, Papi y Mami hablándome para entrenerme, Periquito conmigo al lado de esa olla de aluminio, como si fueramos indios de alguna reserva Cherokee.

Periquito me acompañaba a mis veranos de Baitoa, a los campamentos de Amaprosan, las tantas veces que me mudé en Santiago:  El ensueño, Ensanche Ortega, La Villa Olímpica, Oquet, Los Jardines.  Cuando me convertí en adolescente con bigoticos pintados, me mudé a Santo Domingo y no volví a ver a Periquito, se me perdió entre las cajas de cachivaches.  Quería tenerlo en algún rincón visible de la casa y que viera como había crecido, que estuviese ahí las veces que amanecí estudiando o que viera la primera vez que llegué a casa borracho y mis padres lo notaron, se hubiese reido mucho.

Periquito no estuvo ahí cuando Fonso nació.  Tampoco cuando dio sus primeros pasos, ni cuando se cortó la frente con la mesa.  Recuerdo ese día.  Estaba con unos amigos cuando recibí una llamada de mami:  Alfonso, Fonsito se accidentó necesita puntos.  Salí raudo en mi carro por toda la Winston Churchill, me llevé dos semáforos en rojo e hice un viraje muy temerario en la 27.  En la camilla donde recibía suturas, le preguntaba a la doctora que le iban a hacer, cómo se llamaban los instrumentos que ella usaba, cuándo le quitarían los puntos.  Me recordó cuando, teniendo su misma edad, me cai en mi bicicleta bajando unos escalones en la finca de mi abuelo.  Esa vez me dieron siete puntos en el labio superior.

Ayer encontraron a periquito dentro de unas cajas que iban a botar.  Estaba al lado de un portaretratos sin foto, de un reloj despertador que mi padre arregló mil veces.  Un folder con un contrato de venta que nunca honraron, una bola de cristal que al agitar simulaba una nevada sobre la estatua de la libertad, pero la nieve se quedaba pegada, nunca sirvió.  Un radio de pilas y copia del primer cheque que cobré como ingeniero.  

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