A veces el día comienza a las 4 de la
mañana
sudando la noche anterior.
Algunos de esos días
a tu lado saben a miel y luna.
Pero cuando solo es el día
no importa la hora
suele dejar llagas en la cama
y el café sabe a ira en silencio.
Esos días ni un poema cursi
lo salva de nosotros
y esta jodida costumbre de
despertar a las 4 de la mañana
sin poder recordar lo que
te pude haber dicho en el sueño.
Otras veces el día comienza
a las 6 de la tarde
cuando ya la ciudad
agoto sus horas de trabajo
y no queda más que perderse
en un trago en cualquier esquina
o llegar a la casa a desear
estar perdido en unos pechos.
Y es que los días comienzan siempre
cuando menos te lo esperas
y son tantas las veces
en que te sorprenden
desnudo frente a la ventana.
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